Salgo del concierto de C. Tangana en la Fira Gran Vía, ensimismado por la trascendencia del directo que acabo de presenciar. Hacía tiempo que no me encontraba tan cómodo en un concierto, rodeado de tanta gente, diría que no recuerdo cuando fue la última vez en la que hubo tal número de gente tan pegado a mi. Dejo el recinto aliviado ya entrada la madrugada, mientras camino con esa sensación de haber aprovechado la tarde y la noche. El calor aún aprieta, unos veinte grados que agradezco.
Esas tardes tan distintas y tan parecidas, como la última en Gijón, sentado contemplando los últimos rayos de sol, que rozan casi sin alcanzarte de lo rasos que terminan la tarde, degustando con la calma que se merece un chocolate en el Jardín de Gloria, el jardín de los sueños dulces en la narco-ciudad. Cuando has tocado el cielo no hace falta nada más.
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