Mientras en el interior de aquel local sonaba Dark Horse de Katy Perry ft. Juicy J, como si nos encontrásemos ante una extensión de la distopía que llevábamos padeciendo dos años, el sonido de los graves de la estupenda canción de la californiana se entremezclaba con las explosiones y bocinas que retumbaban en la calle. Pensaba entonces en los directos a los que había asistido durante el año. Igual que sucedió en 2020, el ejercicio se convertía en algo elemental, Zahara y su maravillosa, en todos los sentidos, "puta gira" era lo único que se me venía a la cabeza. Momentos de lucidez entre la enajenación constante que nos rodea día a día. Y es que antes de morir se puede ver la vida pasar delante de los ojos en los dieciséis minutos de distorsión que los señores Perarnau y Cabezalí exprimen y exprimen cada vez que tocan el "Berlín U5" al servicio, porque no se puede describir de otra manera, de la jienense Zahara.
Por un instante regresé al presente, con la mirada fija en lo que sucedía al otro lado del escaparate. Afuera en la calle nadie parecía inmutarse. Y es que, sin darnos cuenta, habíamos llegado al día D de los porteadores de emociones. Cada 24 de Diciembre, resurgen todos los dogmas del ser humano. De un lado a otro, acarrean, traen y llevan, portean cosas. Saludan hacia la acera de enfrente, y siguen porteando. Las colas ya no son solo cosa de la Navidad, hasta en eso hemos perdido. La finalidad de esta liturgia, percibo que portear a ese mismo lugar anhelado, y llegar. Algunos nos conformamos con bastante menos.