Inmersos en el año en blanco, había amanecido buen día en la ciudad de los rascacielos. Tras un desayuno copioso y un baño en la piscina pusimos rumbo a Valencia por la AP-7. La comida, y la tarde-noche que íbamos a pasar prometía.
Al atardecer nos despedimos de aquella casa como si hubiera estado allí mil millones de veces.
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