Las balas de paja se sentían aún húmedas de la lluvia caída la noche anterior, mientras la banda del momento, Menta versionaba "El Final" del grupo Juanita y los Feos, con el público inalterable pero agradecido por los primeros rayos de sol que iluminaban al mediodía la ciudad de Clarín.
El silencio, entre aplausos tímidos, se instauró finalmente. Y en mi cabeza entonces no dejaba de fluir el mismo pensamiento que me llevaba a una única obsesión, intentar por todos los medios que el baldaquino barroco situado en el altar mayor de la catedral de Santiago no terminase quemado, para poder ver allí el concierto que tarde o temprano darán Grande Amore y Mariagrep. No habrá existido exaltación mayor en la historia de la catedral que un hito de semejante magnitud.
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